Aprendo a llamarte "hogar"
Amado mar.
El 2021 tuvimos un encuentro cercano que agendó mi primera cita con la muerte.
Jamás me imaginé que, algunos años después, vendría a vivir a tus tierras y mi cuerpo recordaría sensaciones nítidas y sutiles de ese encuentro cercano que tuvimos.
Desde mi ventana te escucho y me acostumbro a tu sonido aprendiendo que no estás enojado, sino simplemente, ruges.
Me invita tu aroma a rendirme a tu presencia
y tus olas me intimidan
y acaricias mis pies con tanto amor
y me ensordeces el corazón cuando te agitas.
Y me abrazas en un arrullo contenedor cuando te calmas.
Y se siente tan salvaje la vida a tu lado.
Tan viva la energía de tu brisa.
Me inspira la belleza del vuelo de las aves que acarician tu movimiento en su vuelo.
Y sueño que veo toda la vida que albergas... algas, corales, peces, tiburones, tortugas... ballenas y delfines que llegarán a su tiempo...
Y me siento tan pequeña y tan parte de todo.
Y te visito y te canto en las mañanas para saludarte y desearte un lindo día.
Y acaricias mis pasos para refrescar mi mente.
Y te visito en las noches para contemplarte anaranjado
y hoy el reflejo distorsionado de la luna me seguía en tus aguas sobre la arena.
Me sentí acompañada.
Tanto misterio y tantas certezas albergas.
Y solo sé que camino a tu lado y sello con mis huellas mi destino.
Que borras en un abrir y cerrar de ojos para recordarme lo efímero de la vida.
Y me siento bendecida y desafiada,
acogida y expectante.
Y mientras me reconcilio contigo y aprendo a volver a confiar
recuerdo que eres la vastedad hecha materia.
Que la fuerza natural se manifiesta en ti
así como la totalidad y fractalidad de la existencia.
Y aprendo a sentirme segura en tu regazo.
Y aprendo a reconocer tu melodía y su significado.
Y aprendo a leerte sin los ojos.
Y aprendo a llamarte hogar en cada paso.
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